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HOMERO

ULTRA VIOLENTO

Lo primero que deben saber nuestros visitantes es que esta muestra no supone, de ninguna forma, un producto terminado. Es más bien el primer paso de un proyecto de largo aliento que tiene como objetivo el estudio de las formas (estéticas) en que la violencia es representada en la épica homérica. Lo que nos llamó la atención durante nuestras lecturas de la Ilíada es el alto contenido de violencia, aspecto que parece haber sufrido todos los perjuicios de la “normalización”; es decir, todo el mundo da por hecho que en una obra de ambiente bélico las escenas de violencia son abundantes e incluso necesarias, y quizá por esta predisposición normalizadora dichas escenas son notoriamente desatenidas. Sin embargo, los motivos por los que valdría la pena detener un momento la mirada en ellas son diversos; por ejemplo, en esta ocasión, nuestra exposición Homero ultraviolento lo que busca es destacar los niveles de “crudeza” de las descripciones homéricas sobre las muertes y/o heridas que sufren los personajes durante las luchas.

Ahora bien, para que algo pueda ser observado en perspectiva, es necesario contar con algún punto de comparación; por esta razón decidimos trabajar con la famosa serie de televisión Juego de Tronos, pues, además de compartir de forma evidente el tono épico con la obra homérica, sus contenidos de “violencia explícita” han sufrido la censura en más de una ocasión. Así pues, en la actualidad sería difícil pensar o permitir que la obra homérica sea censurada en alguna de sus partes por su extrema violencia, ¿pero acaso la Ilíada no es incluso más violenta y descarnada que el propio Juego de Tronos? Los dejamos con esta interrogante, y tras contemplar esta pequeña muestra llena de sangre y dolor sin duda podrán sacar sus propias conclusiones. Recomendamos discreción.

Plus ultra

Lima, agosto de 2018

I

Entonces la batalla se dispersó y cada guerrero capturó

a otro de los príncipes. Primero el fornido hijo de Menecio

acertó en el muslo a Areílico, cuando acababa de volverse,

con la puntiaguda pica y le hundió el bronce y lo atravesó.

La pica rompió el hueso, y él de bruces sobre la tierra

cayó.

(Hom. Il. XVI. 306-311)

Por su parte, el marcial Menelao hirió a Toante

en el lado del pecho desnudo de broquel y dobló sus miembros.

(Hom. Il. XVI. 311-312)

II
III

El Filida, que estaba al acecho del ataque de Anficlo,

se anticipó y empinándose le hirió en lo alto del muslo, donde

está el muslo más grueso del hombre. La punta de la pica

desgarró en dos los tendones, y la oscuridad cubrió sus ojos.

(Hom. Il. XVI. 313-316)

De los Nestóridas, hirió a Atimnio con la aguda lanza

Antíloco; la broncínea pica le atravesó la ijada,

y se desplomó hacia adelante.

(Hom. Il. XVI. 317-319)

IV
V

Maris con la lanza de cerca

arremetió contra Antíloco, airado por la muerte de su hermano,

y se detuvo ante el cadáver. Y Trasimedes, comparable a un dios,

se anticipó y empinándose le hirió en el hombro sin fallar.

La punta de la lanza rasgó el extremo superior del brazo

y lo separó de los músculos, fracturando el hueso por completo.

Retumbó al caer, y la oscuridad le cubrió ambos ojos.

(Hom. Il. XVI. 319-325)

VI

Ayante Oilíada arremetió contra Cleobulo y lo prendió vivo,

estorbado entre el tropel. Pero allí mismo desmayó su furia,

al golpearle el cuello con la espada, dotada de empuñadura.

(Hom. Il. XVI. 330-332)

La sangre calentó entera la espada, y de sus ojos

se adueñaron la purpúrea muerte y el imperioso destino.

(Hom. Il. XVI. 333-334)

VII
VIII

Ambos de nuevo

se agredieron con las espadas y entonces Licón le dio un tajo

en el crestón del empenachado casco, mas la espada por el mango

se quebró. Le asestó un golpe en el cuello bajo la oreja

Penéleo, y la espada se hundió entera y solo aguantó la piel;

la cabeza quedó colgando, y los miembros se desmayaron.

(Hom. Il. XVI. 336- 341)

Idomeneo envasó a Erimante el despiadado bronce

en la boca. La broncínea asta penetró de frente

por debajo del cerebro y rompió los blancos huesos.

Los dientes saltaron al recibir el impacto, y se le llenaron

los dos ojos de sangre; también por la boca y nariz abajo

manaba de sus fauces; y la negra nube de la muerte lo cubrió.

(Hom. Il. XVI. 345-350)

IX
X

Así te lanzaste, cochero Patroclo, derecho entre los licios

y entre los troyanos, con el corazón airado por tu compañero.

Y acertó a Estenelao, caro hijo de Itémenes,

en el cuello con un guijarro y le rompió los tendones.

(Hom. Il. XVI. 584-587)

XI

A Prónoo entonces alcanzó primero con la reluciente lanza

en la zona del pecho desnuda de broquel y dobló sus miembros;

y éste retumbó al caer.

(Hom. Il. XVI. 399-401)

(Hom. Il. XVI. 404-408)

Aquél se acercó y le envasó la pica

en la quijada derecha, haciéndola penetrar entre los dientes.

Tiró de él, ensartado a la lanza, por encima del barandal,

como el que sentado sobre una prominente roca saca un sagrado pez

a tierra fuera del ponto con el hilo y el cegador bronce.

XII
XIII

Así lo sacó del carro con la boca abierta usando la reluciente

lanza y lo arrojó de bruces, y al caer lo abandonó el ánimo.

(Hom. Il. XVI. 409-410)

Luego acertó con una piedra a Erilao, cuando lo acometía,

en plena cabeza; y esta se rompió entera en dos

dentro del ponderoso casco. De bruces al suelo

cayó y la muerte se desparramó alrededor, segadora de vidas.

(Hom. Il. XVI. 411-414)

XIV
XV

Cuando ya estaban cerca avanzando el uno contra el otro,

entonces Patroclo al muy ilustre Trasimelo,

el noble escudero del soberano Sarpedón,

acertó en el bajo vientre y dobló los miembros.

(Hom. Il. XVI. 462-465)

XVI

Después arremetió con el bronce

Patroclo, y de su mano no escapó en vano el proyectil,

que le acertó donde el pericardio rodea el musculado corazón.

(Hom. Il. XVI. 479-481)

Apenas habló así, y el término de la vida le cubrió

los ojos y las narices. Patroclo apoyó el pie en su pecho

y arrancó del cuerpo la lanza; con ella salió el pericardio,

y junto a la punta de la pica le extrajo el aliento de la vida.

(Hom. Il. XVI. 502-505)

Le acertó entonces, al tocar el cadáver, el esclarecido Héctor

con un guijarro en la cabeza, que se rompió entera en dos

dentro del ponderoso casco. De bruces sobre el cadáver

cayó, y la muerte se desparramó alrededor, segadora de  vidas.

(Hom. Il. XVI. 577-580)

XVII
XVIII
XIX

La piedra le machacó las dos cejas, y ni siquiera la detuvo

el hueso, y sus ojos cayeron al suelo en el polvo

ante sus propios pies. Como el acróbata que se zambulle,
se desplomó de la elaborada caja y su ánimo abandonó los huesos.

(Hom. Il. XVI. 740-743)

Héctor, nada más ver al magnánimo Patroclo

retrocediendo, herido por el agudo bronce,
llegó cerca de él entre las filas, le hirió con la lanza

en lo más bajo del ijar y le hundió el bronce de parte a parte. 

Retumbó al caer y causó gran pesar a la tropa de los aqueos. 

(Hom. Il. XVI. 818-822)

XX

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 Lima | Perú

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